Es curioso cómo llega un empresario a pensar que necesita ayuda. Seguramente demasiado tarde para algunas cosas y en el momento justo para otras.
En primer lugar, pensar que necesitas ayuda es un acto de humildad extremo que denota mucha inteligencia por tu parte. Seguramente has sentido que la gota que colma el vaso ha caído y estás en una situación de incomodidad extrema que ya no te permite continuar mucho tiempo más en esa situación. Ya sea porque los resultados de la empresa no te acompañan, ya sea porque el ambiente dentro de tu empresa no sea el adecuado entre los empleados, la percepción de los clientes deja mucho que desear ó constantemente lo urgente no te deja ocuparte de lo importante.
El reto que subyace en este sentimiento de completo caos es identificar entre tanto ruido mental, cuáles son las razones, en qué momento me encuentro y se encuentra mi empresa, cómo están las personas del equipo y cuál sería la solución ideal a esta situación. Todo ello dando por sentado que hay que manejar la posible frustración que puedes sentir al estar dándolo todo, y el único mensaje que te llega es… No doy abasto, no tengo tiempo.
El reto que subyace en este sentimiento de completo caos es identificar entre tanto ruido mental cuáles son las razones por las que la empresa necesita ayuda.
En estas situaciones suele ser habitual que seas demasiado importante en todos los procesos de la empresa, demasiado importante con los clientes y demasiado importante con los proveedores. Con lo que dejas de ser demasiado importante en la estrategia empresarial, la visión y el liderazgo necesarios para hacer que la empresa funcione de forma correcta.
La inmersión en la ejecución de las cosas te deja poco tiempo para pensar y reconducir situaciones de caos, ya que vivir en la emergencia eterna, hace que te centres en buscar más agua para apagar los fuegos, más que pensar en planes para detener la proliferación de los mismos.
El resultado son jornadas agotadoras donde la energía que se consume rara vez es repuesta con garantías y que producen sensación de incomprensión respecto a tu entorno porque es prácticamente imposible explicar con palabras la totalidad de las circunstancias que te han llevado a esa situación. Algunos lo llaman “la soledad del líder”.
En mi opinión, es una clara consecuencia de trabajar muy duro y haber obtenido cierto éxito, ya que todos estos problemas no habrían aparecido de no tener cada vez más empleados, más facturación, más clientes, más proveedores ó más proyectos.
Si lo miras con perspectiva, hace unos meses o años no tenías esta sensación abrumadora. Enhorabuena, la empresa está creciendo y ha llegado al límite de lo que se puede gestionar como siempre. O dicho de otra forma, el peso que recae sobre tu espalda es el máximo y ha llegado el momento de aligerar la mochila para poder seguir ascendiendo de forma segura.
Este es el inicio de una nueva etapa a la que se enfrentan las empresas que crecen y se consolidan. Ha llegado el momento de profesionalizar, protocolizar y delegar tareas. Pero también es el momento de agradecer por esa gota que colmó el vaso y ha hecho que te detengas.
Si consigues reconducir el camino y liderar este cambio, tendrás éxito, y esta vez sí, demasiado.
Es momento de reflexión y aprendizaje, es momento de construir unas bases sólidas que permitan el crecimiento de una empresa optimizada bajo el mando de un equipo de personas que representen los valores de la empresa. Es momento de compartir lo aprendido y trazar una línea de trabajo bajo tu visión empresarial.
Cuando te hayas rodeado de las personas correctas, seguirás teniendo problemas, estarás ocupado y seguirás apagando fuegos. Pero no demasiado.
Si consigues reconducir el camino y liderar este cambio, tendrás éxito, y esta vez sí, demasiado.
Ahora dime, ¿Nadas o chapoteas?