Uno de los principales retos de una empresa es alcanzar los objetivos.
Esta afirmación extremadamente sencilla es sólo la mitad del camino respecto a la consecución de los mismos. En el entorno empresarial damos por sentado en demasiadas ocasiones que tenemos objetivos claros que cumplir y unas tareas concretas que nos ayuden a lograrlos.
Las personas rara vez saben definir cuáles son sus roles y responsabilidades. Por ello, resulta tremendamente difícil establecer cualquier tipo de acción concreta de mejora en el departamento o equipo. No así en la base de lo evidente, sino en las zonas grises de responsabilidad donde es sencillo mirar a otro lado y esperar que otro solucione ciertas tareas.
Según mi experiencia, en infinidad de ocasiones ocurre que el empresario no sabe realmente cuáles son los objetivos reales de sus equipos. Su preocupación es alcanzar la cifra de negocios, que es condición sine qua non para asegurar la rentabilidad empresarial y, por tanto, su supervivencia. Pero el error es detenerse en el “qué” y no detenerse a pensar en el “cómo”. Por no citar la importancia de indagar en el “para qué”, “quién” o “cuándo”.
Un error común es detenerse en el “qué” y no pensar en el “cómo”.
Elaborar objetivos empresariales anuales es fundamental para dotar de sentido el trabajo que realizan las personas y su contribución al resultado final. Es fundamental también para orientar el crecimiento y desarrollo en una dirección concreta, que se acerque a la visión empresarial a medio y largo plazo que previamente debe haberse trabajado en el seno de la dirección analizando todas las variables posibles, atendiendo a la realidad del mercado, nuestra situación en él y la posición que deseamos ocupar en un futuro dentro de ese entorno.
Ahora que hemos acercado el trabajo previo necesario para establecer unos objetivos SMART de compañía, nos enfrentamos al reto de distribuir las tareas entre las personas y departamentos adecuados para su correcta ejecución. Sin olvidar por ello la importancia que tiene el implicar a las personas contando con su opinión y propuestas, para mejorar los planes originales, darles la opción de evaluar el plan periódicamente, e incorporar opciones o mejoras en función de la respuesta del mercado a nuestras acciones. Debemos además, darles las herramientas suficientes para ejecutar con liderazgo sus planes.
Puede ayudarte pensar en el mejor primer paso que puedes dar respecto al objetivo en cuestión.
Divide el objetivo en acciones concretas y no en sucesos concretos, así el cumplimiento del plan estará más cerca de concretarse cuantas más acciones lleves a cabo y no cuantas más cosas ocurran respecto al plan.
Divide el objetivo en acciones concretas, así el cumplimiento del plan estará más cerca de concretarse en base a acciones realizadas.
De esta forma la responsabilidad total recae sobre tí, no sobre elementos externos fuera de tu alcance. No se admiten excusas. Tu eres líder de tu propio desarrollo. Estás al mando del ritmo y calidad de las acciones concretas que tú y tus equipos realizan.
Elaborar planes de objetivos basados en la acción añade dinamismo y creatividad a las personas que participan del mismo y fomenta el trabajo en equipo.
Ahora dime, ¿nadas o chapoteas?